THÉRÈSE RAQUIN

Me cuesta un poco explicar mis impresiones sobre esta novela. Anteriormente dije que tenía sentimientos encontrados con respecto a ella. Ahora trataré de explicarme lo mejor posible "Thérèse Raquin" es una novela inscrita en la corriente del naturalismo (corriente de pensamiento que se proponía analizar las naturalesas humanas) y básicamente es una historia de vicios, odios, traiciones, envidias y cuanto expresión humana siniestra y moralmente condenable exista. Los protagonistas son esclavos de su propia naturaleza, la que impulsa sus actos y condiciona su comportamiento  a lo largo de casi toda la novela. Thérèse, de naturaleza nerviosa e inestable por un lado, y Laurent, de naturaleza lujuriosa y cruel por el otro. La interacción de estos personajes y los efectos que uno produce sobre el otro, llevándolos al punto de cometer un horrendo crimen, son el núcleo de la historia. Ahora bien, a mi criterio, la novela falla a la hora de describir los sentimientos de los personajes centrales, así  como su evolución psicológica a lo largo de toda la historia, pues se limita a dejar todo al plano físico sin profundizar en las complejidades de la psiquis humana. Esto llega a provocar, en ocasiones, que percibamos a Thérèse y a Laurent como animales incapaces de razonar o actuar movidos por algo más que sus instintos más básicos. El hecho de que el autor limite la descripción de los sentimientos a como se reflejan físicamente y no nos deje meternos en la cabeza de los personaje, hace que en ocasiones esta descripción resulte ambigua y no tengamos claro si lo que esta experimentando Laurent, por ejemplo, es culpa o miedo, remordimiento o celos, amor o mero deseo carnal. Las descripciones de Zola se limitan, en esencia, a crisis nerviosas, temblores, embriaguez de voluptuosidad y ataques de ira y rabia. Pese a que en diversas ocasiones el autor explica que no es remordimiento lo que experimentan los personajes, con tan pobres descripciones se hace imposible llegar a otra conclusión que no sea la de ver la culpa y el cargo de conciencia como la esencia del tormento que experimentan Thérèse y Laurent como consecuencia de sus actos. Este abandono de lo psicológico a favor de un excesivo y repetitivo describir  de lo físico fue lo que más me desagradó de la obra. Sin embargo, tengo que reconocer que hubo momentos en los que disfruté mucho la lectura, como en el capítulo XXI, donde Zola describe magistralmente una atmósfera de tensión, miedo y aterradora ansiedad. La forma en que metafóricamente es utilizado el cadaver de Camille para describir el enorme abismo que se había abierto entre Thérèse y Laurent, así como la culpa que atormentaba sus cuerpos es sublime, provocando en ocasiones la sensación en el lector de estar leyendo un cuento de horror gótico. También el final es sumamente conmovedor e impactante, con un cierre que no podía haber quedado mejor narrado. Es seco, brutal y, de una forma extraña y enfermiza, hermoso. No me atrevo a decir que no recomendaría esta novela. No necesariamente todo el que la lea debe llevarse mis mismas impresiones, pero sí creo que si el naturalismo no es lo tuyo y disfutas más con los psicológico que con lo más puramente instintivo en un personaje, quizá no llegues a disfrutar del todo de "Thérèse Raquin". Queda, pues, en tus manos.