Un atraco. Todos los atracadores se reúnen en un piso franco. Menos uno. El que lleva el dinero. Y ya está. En cuatro páginas Pedrolo se ventila rápido todo contexto previo y va a tiro hecho. Porque aquí la narración no se detiene en ningún momento. El autor no reinventa la rueda ni lo necesita. Desarrolla toda una historia de persecuciones, traiciones y mentiras para acabar en un sorpresivo final. La guinda siempre al final, el girito de rigor que nos hace esbozar una sonrisa.