RETAHILAS

Desde un ambiente asfixiante, Germán y Eulalia tienen una extensa conversación. En la habitación de al lado se muere su abuela. No hay nada qué hacer. En esa noche, lo que parecen años, se van confesando ciertos temores infantiles, ciertas cosas que vamos dejando en el ropero por miedo, por amor o tal vez, por una mezcla de ambos. Ahora ya no son tan niños, ya no está Colette, su madrastra, acechándolos, rectificándolos, robándoles la inocencia que deben dejar atrás para afrontar la muerte de su madre; ahora están ellos dos, las confesiones llegan a sus oídos, las retahílas que se palpan en aquella habitación, recuerdan, explican, sienten que el camino que les ha tocado recorrer los ha llevado hasta ahí, a ser quienes son ahora, a enfrentarse a ciertos fantasmas que están detrás de la espalda del otro, a compartir, tal vez con generaciones futuras, su historia. La lectura de este libro se ha hecho densa, casi sin poder avanzar tan rápido como me hubiera gustado, pero ¿quién podría soportar las retahílas de los demás? ¿quiénes podrían soportar su peso sin estupor? Sin duda alguna, es un libro con un gran sentimiento entre sus líneas, sus capas se van dejando ver página tras página, capas donde Eulalia y Germán van desnudando sus almas, poco a poco, a merced del lector.