En cierta ocasión le preguntaron a un enfermo porqué no le pedía a Dios que le curara de su aflicción. Aquel respondió: «En primer lugar estoy seguro de que el amoroso Dios no me habría afligido si eso no fuera lo mejor para mí. En segundo lugar, sería erróneo desear mi voluntad y no lo que Dios quiere para mí. En tercer lugar, ¿por qué habría de pedirle al rico, amoroso y generoso Dios algo tan insignificante?».