En este librito, fruto de su experiencia de nueve años como magistrado del Tribunal Constitucional italiano, Gustavo Zagrebelsky reflexiona sobre la tarea de los jueces constitucionales: una función altamente política que, paradójicamente, no pertenece a la política; indispensable para penetrar la esencia de la democracia y que, sin embargo, no deriva de la democracia. En su práctica cotidiana y en sus decisiones el Tribunal está llamado a defender los principios fundamentales de la convivencia contra el poder que se extralimita y las degeneraciones de la democracia como puro régimen de la mayoría. Es así como expresa y fomenta esa «voluntad de Constitución» que nace de la exigencia de vivir no en el reino de la fuerza sino en el reino del derecho que regula la fuerza.