Desde que ingresó en prisión, Walter Pacifico se ha convertido en un pelele emotivamente castrado: Rodillas Gastadas. Mientras aguarda el momento de ser ejecutado, recibe una carta gracias a la que regresarán las esperanzas y las ilusiones, pero también las inseguridades de quien conoce bien el sendero. El acoso de los degenerados, un amor imposible, una familia destrozada, una entrevista en televisión, una fuga en ciernes, un exceso de culpa; demasiados elementos en juego para alguien que siempre se ha visto superado por todo. Porque sí se vale de la prisión como telón de fondo, pero su escenario real es la mente de un individuo. Allí, a medida que la acción se desarrolla, Sergi Puertas va pasando revista despiadada, con una prosa única, a nuestras motivaciones y a nuestras entelequias, pero sobre todo a unos patrones de conducta y a unos mecanismos de interacción más miserables de lo que nadie estaría dispuesto a reconocer.