En las sociedades democráticas, es muy común que un tribunal (por ejemplo, la Corte Suprema) revise los contenidos de una ley para determinar si es válida o no a la luz de lo que exige la Constitución. Esta situación plantea al menos tres preguntas de enorme relevancia pública: ¿por qué son los jueces, y no los legisladores como representantes del pueblo, quienes quedan a cargo de la tarea de interpretación constitucional? ¿Es aceptable que los jueces asuman el derecho a pronunciar la “última palabra” respecto de cómo resolver los problemas constitucionales más básicos?