En el caso de José Ramón Blanco, el romanticismo lakista impregna una poesía que canta el paisaje, una poesía absorta en la naturaleza y sus avatares, en el sucederse de las horas, los cambios de luz y del paso de las estaciones… Busca la claridad del clasicismo, se siente comprometido en un "combate solar", en la heliomaquia, en la lucha por la luz. Pero, al contrario de Basterra, no encuentra la luz en Roma, la halla en Grecia.