Sinopsis de POEMAS

2 reseñas sobre el libro POEMAS

EVARISTO CARRIEGO, el primer poeta que le cantó a los tipos y paisajes del suburbio porteño, recreando su vida modesta, sufrida y silenciosa en una poesía original, impregnada de sentimentalismo y con ciertas reminiscencias de Almafuerte.


Las palabras de Carriego se filtran como una daga afilada en la memoria y la secciona, dejándola al descubierto, en carne viva; reflotan adormecidas evocaciones, casi vaporosas, imprecisas y débiles como un humo transparente e impalpable; sensaciones enterradas por el indolente paso de los años, retornan con impensada fuerza al "escuchar la música" de los arrabales atardecidos, no con esa sublime coloración de los paisajes maravillosos, sino con la triste gama de tonos grises y achocolatados de los barios pobres, o vulgares. El "Spleen" ha gobernado su poesía, casi invariablemente. Se aprecia el poderoso influjo de Baudelaire, en muchos de sus poemas, pero en uno sobre todo, titulado "La viejecita", que nos recuerda al poema del mismo nombre de "Las flores del mal", ese libro sagrado, implacable, hermoso inmortal. En él, Carriego, como Baudelaire, enaltece la figura de la mujer envejecida, pero sobre todas las cosas, de la mujer sufriente a quién el destino nada más que miserias y llagas le ha deparado y ni un amor ha llegado a endulzar un poco su puerca vida mediocre de virgen echada a perder; este destino, vano, funesto, da pena por lo irremediable, por la imposibilidad de la corrección de los hechos, vacuos, pálidos, gemelos. Dice, por ejemplo, así: "Girón humano que siempre flota sobre sus ansias indefinibles, bondad enferma que no se agota ni en las miserias irredimibles que la torturan, sin un olvido para sus lacras, para su suerte: con la certeza de haber vivido como un despojo para la muerte!" Así es la poesía de Evaristo Carriego, eso es lo que provoca. A Carriego no le preocupa, como a Borges, el tiempo, en su indescifrable razón de ser, en su eterna e incesante fuga; le importa el tiempo, como le importaría a cualquiera que siente esa horrible opresión, ese imparable y creciente malestar que el tiempo y sus muchas (y sospecho que inútiles en definitiva) divisiones, en años, meses, días, horas, minutos, segundos, martillando con ese compás que tiene mucho de mecánico, de frío metálico, implacable y absurdo. Evaristo habla del ladrido de los perros callejeros; quién haya escuchado en las crecientes sombras del crepúsculo, esos conciertos lastimeros, en los barrios pobres, cuando un viento frío empieza a hacer juego con los tonos azules, azules sucios, malsanos, el aire lleno de ese olor a humo (olor a otoño, a invierno más que otoño) de hierba seca quemada, las zanjas anegadas de agua estancada y las calles de tierra (de barro) seguramente se ha estremecido de angustia y ha sentido esa nítida sensación de agobio, de cansancio. Evaristo Carriego es un poeta para descubrir , ha sido el poeta de los suburbios con todos sus encantos y sus horrores-cuchilleros y matones, burdos y toscos golpeadores de mujeres, borrachos apestosos, viles y jugadores; bandas de perros camorreros, que ladran por las noches lúgubres, donde el relente y el humo, las luces mortecinas hacen a los barrios, a los arrabales donde hierven y borbotean las clases olvidadas, abyectas- y sus injusticias. Esto ha sido más un desahogo que una reseña. Dedico (inútilmente) a mi abuela Ana esta reseña; a aquella viejita temerosa de Dios, siempre buena con todos, que vivió en la miseria y probó la asquerosa iniquidad. Murió en una sala de hospital, pensando en su marido, quién la golpeaba (a él también se la dedico) embriagado (ver el poema "El amasijo": brutal retrato del hombre maltratador de mujeres), y en su Dios, a quién rogó hasta el final. Yo también tengo spleen; tengo recuerdos de inviernos fríos, y de las estufas a querosén, y del humo, y del barro. Pero tengo también recuerdos del verano, y los recuerdo, también, sonriendo. Leer a Carriego es una experiencia grata, por un lado, por su talento; pero puede amargar el ánimo del lector. De todos modos, quisiera que alguien lo lea y saque sus conclusiones, que no serán las mismas que las mías.


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