Fernando Arrabal posee el incalculable tesoro de tener voz propia, que es la condición indispensable para poder hacerse un sitio en ese confuso limbo de los injustos que se llama el Parnaso. Fernando Arrabal es el adivinador cronista de su tiempo, de nuestro tiempo, y le da a la historia, con ilimitada sabiduría, el último toque de alabada gracia que sirve a la literatura de remate espiritual y artístico, también de misterioso colofón.