El príncipe le colocó el anillo con gesto galante: ¡era suyo, ciertamente!, ¡le sentaba como un guante! La basta piel de asno cayó y dejó al descubierto a la verdadera princesa con su verdadero aspecto: era ahora mucho más bella: la corte enmudeció, el príncipe sonrió y ella... ¡con él se casó!.