Tras dieciséis años en la capital, Edmund White atrae al lector hacia los fascinantes recovecos de su París personal y nos presenta un retrato de la Ciudad de la Luz desde la perspectiva de un caminante ocioso, alguien que deambula sin propósito aparente, pero que sintoniza en secreto con la historia del lugar, y en secreto va enbusca de aventuras, ya sean estéticas o eróticas. Así, el paseante vagabundea por las calles y avenidas y a lo largo de los muelles, por unos rincones y unas aceras de París prácticamente desconocidos para los visitantes e incluso para los propios parisinos.