La muerte de Javier Tomeo sesgó de modo brusco e inesperado la trayectoria de un narrador inagotable y de sorprendente y extraña originalidad. Como muestran las tres sugerentes colaboraciones que abren el primer bloque del volumen debidas a los escritores Cristina Grande, Ismael Grasa y Antón Castro, quienes mejor conocieron a Javier y compartieron con él algunos de los momentos previos a su despedida, Tomeo, pese a su naturaleza de chamán solitario enfrascado en diseccionar los más arcanos recovecos y pulsiones del comportamiento humano, era a la vez un ser humano sensible, cercano y entrañable.