Como bien afirma Alberto Sarramone en el comienzo de este libro, entre los siglos diecinueve y veinte unos tres millones y medio de españoles cruzaron el océano Atlántico. En la fundación de la Argentina más modernizada, la huella de todos ellos es indeleble. Están afincados en apellidos, genealogías y tradiciones. El saber popular desafiaría “¿quién no tiene un abuelo gallego?”, aunque sus antepasados provinieran de otras regiones de la península ibérica. Gallego fue el genérico que denominó a esa corriente inmigratoria de habla hispana que se distribuyó en América toda, con una mayoría evidente en Argentina y Uruguay, Cuba y Brasil. Aquí, Sarramone –un experto en recorrer palmo a palmo las travesías de la inmigración y rescatar sus legados- abre el gran libro de la inmigración gallega en un sentido estricto: los originarios de Galicia, esa tierra hoy autónoma, situada en el noroeste de España, integrada por las provincias de Lugo, Pontevedra, Orense y la Coruña. De allí llegaron muchos de nuestros abuelos. De allí, el comienzo de muchas familias argentinas.