Un abogado millonario de origen campesino escribe, a los sesenta y ocho años, una carta “de despedida” a su mujer, descendiente de una familia de la alta burguesía rural landesa. Éste es el arranque de Nudo de víboras, el monólogo de un avaro resentido que, como una fi era que se defi ende agazapada en el fondo de su guarida, decide repasar su vida y la de los suyos dejándose llevar por el más inhumano de los instintos: la venganza. La honesta lucidez de Mauriac alcanza en Nudo de víboras las cotas más altas. El artefacto de su estilo halla el equilibrio perfecto, la indescifrable gracia “artística”: todo está en su sitio, pulsando las cuerdas de la emoción, llenando al lector de visiones que permanecen largo tiempo en la retina interior... Una obra maestra que hace pensar en un Dostoyevski reconcentrado, y que la crítica ha situado en lo más alto de la novela francesa del siglo xx.
Dos relatos, "Nudo de víboras" y "El beso al leproso", del premio Nobel francés Francois Mauriac. En "Nido de víboras", el protagonista, un rico abogado de origen campesino, viendo cercana su muerte, redacta una carta dirigida a su esposa en la que narra los sentimientos y recuerdos de toda una vida. A lo largo del relato descubrimos a un hombre avaro, mezquino, amargado, despreciable, que culpabiliza de todos sus males a su esposa y cuyo principal deseo es dejar sin herencia a sus hijos. En "El beso al leproso", el protagonista es una persona infeliz, inconstante, con un físico deforme, al que acompaña un carácter peculiar. Durante toda su vida se ha visto dominado por un padre enfermizo, manipulador, que siempre le ha cortado las alas y que concierta el matrimonio de su hijo con una jovencita a la que le repugna su esposo. En las dos obras, como punto en común, un matrimonio de conveniencia, que resulta infeliz y donde a la mujer se le asigna el rol de malvada, de culpable de que el matrimonio sea un fracaso. Dos novelas interesantes de leer, sobre todo por conocer la obra de un premio Nobel, pero que, por lo menos a mí, no han conseguido engancharme y me ha costado leerlas, no por su dificultad, sino porque no han conseguido atraparme las historias.