Una figura se recorta contra el paisaje polvoriento de Sumeria. A pie o a caballo, emerge de la roca como un sueño de piedra y cruza la llanura con paso lento y cadencioso. Que no os engañe su ritmo pausado. El Errante pasa por la vida como un relámpago o un torbellino. ¿Su nombre? Nippur de Lagash, una leyenda impresa en tablas de arcilla. No se sabe qué viento lo lleva o lo trae, pero allí donde aparece deja una huella profunda. Luego se desvanece volviendo al sueño de piedra al que pertenece. El guionista Robin Wood y los dibujantes Ricardo Villagrán y Sergio Mulko prosiguen el relato de las andanzas de Nippur en un magnífico volumen repleto de acción y aventura coronado por el regreso de Lucho Olivera, creador gráfico del personaje.
El personaje de Nippur es fascinante, preguntado sobre su evolución Robin Wood expreso: ¿El protagonista de Nippur de Lagash cambia mucho durante sus más de 30 años de historia, ¿qué puedes decirnos sobre su desarrollo? Ha madurado. Al principio era un joven con un destino marcado como futuro rey de Lagash, hasta que todo eso se pone patas arriba, y tiene que empezar una vida de perseguido, de marginado, y lentamente se humaniza, se vuelve más tolerante, con más flaquezas y una mayor comprensión. Al principio era un guerrero, privilegiado y de gran físico, pero nada más. Luego se mezcla con amigos, cosa que antes no tenía, y cambia. Más tarde llegó mi obra maestra, cuando le hice perder el ojo... Tuve que venir a Buenos Aires desde Europa, porque el público, simplemente, estaba dispuesto a lincharme y descuartizarme. Nippur había dejado de ser una historieta para los argentinos, era parte de su vida, y yo, el pergeñador, me había atrevido a hacerle eso a su héroe... Ya no había creador y criatura. Me mostraron pilas de cartas de gente enfadada. Yo pensé que se acostumbrarían, y al final se acostumbraron. Un tiempo después me escribían mujeres a la editorial para decirme que Nippur estaba muy sexy con parche, aunque poco antes me hubieran castrado por aquello...