El solo hablar de impuestos nos suele inquietar bastante porque, como su nombre indica, nos vienen impuestos por el Estado o por los entes públicos, y a nadie le gusta una imposición; y menos para pagar. Mas, como históricamente se advierte, se trata de un mal necesario que no se puede evitar, por cuya causa lo más prudente es saber entenderlos y cómo atenderlos, pero también defendernos cuando no nos parezcan justos, sin merma de la moral ciudadana y social.