(…) De todos los "locos Monkton", como solían denominarlos en Inglaterra, Alfred era el peor.
La cordura que lleva a la comisión de actos inexplicables para otros, solo puede compararse con la más profunda de las locuras. El temor al cumplimento de profecías, maldiciones hechizos mueven a la realización de actos en apariencia imprudentes, aunque su resultado sea el signado. ¿ Que pasa si estas supersticiones se cumplen a pie juntillas, si las circunstancias parecen aliarse a las causalidades para generar la sensación de malignidad y terror que se ocultan tras unas pocas palabras que resultan ominosas y difíciles de comprender? Monkton con una larga historia familiar de trastornos mentales se aísla casi completamente, en una abadía propiedad de su familia, donde descubre secretos que debiesen permanecer ocultos, esto le lleva a perseguir fantasmas que de facto lo acechan, relatado en segunda persona por un amigo que por compasión le ayuda a recuperar un cadáver insepulto, y es quien da cuenta de los increíbles sucesos que tal hazaña parece empeñada en hacerles cumplir. . Wilkie Collins, despliega recursos que me mantienen pegado a la lectura en aras de no perder un detalle, una coma, un punto, que cambiarían el derrotero de la historia, abunda en detalles que atrapan, oculta otros que despiertan aún más el interés. Un relato que oprime mi alma,estruja mi pensamiento y satisface mi curiosidad. Pero solo después de angustiarme con su precisión.
Baste decir que a intervalos casi toda forma de locura apareció en la familia. Siendo la monomanía la manifestación más frecuente de la enfermedad entre ellos.
Sólo había un consuelo: había muerto en calma, casi feliz, sin referirse ni una sola vez a las fatales casualidades que habían producido el puntual cumplimiento de la antigua profecía.