El periplo de Royman, príncipe heredero de Force, por el ingrato mundo de Mort ha sido duro, intenso. Se ha visto obligado a superar mil batallas, a acabar con mil guerreros y a ver cómo el olvido se adueña de los que le quieren bien. Todo ello con el único objetivo de coronar la cima del Monte Milmort y ganarse el derecho a regresar por fin al Mundo de los Vivos, a la paz y el amor de Sibila, y también al reino del que Wolfort se ha convertido en dueño y señor. Pero, cuando el retorno es casi un hecho consumado, Ónica, la princesa guerrera, cae malherida y Royman debe tomar una decisión que lo trastoca todo.
Confraternizar con el enemigo siempre se ha castigado. Cuando los vi ahí, tumbados en el suelo, con el cuerpo lleno de flechas, sentí un escalofrío y comprendí que en Mort todo lleva al mismo sitio: a la muerte. No había lugar para la amistad, el respeto, el amor... No había espacio para los sentimientos.