Mientras tanto dame la mano es un poemario hecho de ríos, ríos silenciosos que ocultos bajo el asfalto guardan historias. Pequeños fragmentos de realidad que descubrimos al doblar cada página y que parecen dibujados en el agua. El poema, como el proceso de psotivado en fotografía, fija un instante, detiene un momento, el de la imagen, en el líquido revelador. Pero los poemas, como las fotografías, deben ser silenciosos. Es una cuestión de música. Necesitan del silencio para existir. Nacen de él, y en él abren pequeños agujeros, como los claros que abren los indios en la selva amazónica, los imprescindibles sólo, para que la selva siga siendo selva, y el poema poema.
Quisiera ser aquel dios que dibujó tus lunares, aquel dios pequeño y juguetón que pintó en tu piel puntitos a millares. Me encantan tus lunares. Me gusta ir contándolos como si fueran estrellas.
Recuerdo que te pedí un lunar/ La noche que nos conocimos./ Aquel que tienes junto al ojo./ Me bastaba esa pequeña Ítaca/ para construir en ella mi casa./ Y tú, generosa, dijiste:/ serán todos para ti,_ si adivinas cuantos tengo en total".
Nosotros dudábamos por un momento,/ quizás nuestros padres tendrán razón./ Sin embargo, al día siguiente volvíamos a la playa/ una vez más, a salvar a los pájaros,/ aún sabiendo que nuestro esfuerzo no tenía sentido,/ Y los pájaros seguían muriendo,/ los pájaros morían.
No duermo por las noches, nos decía mi hermana,/ tengo miedo a dormirme, miedo a las pesadillas./ Las agujas me hacen daño y tengo frío,/ el suero me enfría las venas. Mientras tanto dame la mano, decía,/ no quiero promesas, no quiero disculpas,/ tan sólo un gesto de amor."/