Nadie más impertinente ni mordaz para hablar del amor que Groucho, «amante sarnoso», como él mismo se califica, no sólo por su obsesión por las mujeres, sino sobre todo por su desfachatez. No contento con relatarnos algunas de sus aventuras galantes —condenadas invariablemente al fracaso—, Groucho se lanza a una hilarante historia universal del amor, o mejor dicho del sexo, «esa gloriosa experiencia que la madre naturaleza improvisó con el fin de mantenernos en pie y, de vez en cuando, acostados». Aunque estas memorias no revelen ningún gran escándalo erótico (por desgracia, pues, como él dice, le habría asegurado las ventas) ni recetas infalibles para la conquista, si proporcionan al lector a cada página incontables ocasiones de partirse de risa. Ya trate de la vida de la farándula, de las fiestas de postín, o de algunas cuestiones capitales de la visión «marxista» de la vida, nada escapa a su verborreica causticidad.
El libro fue escrito en 1963, hay que situarse en la época. Si vamos a criticar a un humorista con chistes de esa época desde nuestra perspectiva actual, podríamos enojarnos con Groucho y decir que vertía conceptos misóginos, homofóbicos y segregacionistas. Pero era un humorista que inició su carrera en la década de 1920. Mucha agua ha corrido bajo el puente. No dejemos de leer el libro desde la perspectiva humorística de un Groucho del siglo pasado. Si te enojás, no entendiste nada. Hay pasajes absolutamente hilarantes (cuando lleva a la embajadora de Estados Unidos en Italia a su casa, en Bel Air) o la partida de cartas en Soho. Si te enojás con el humor de Groucho Marx, es como enojarse con Woody Allen con su frase "cada vez que escucho a Wagner me da ganas de invadir Polonia". Un libro divertido.
Entretenido, sin más. Se me ha hecho repetitivo. Reconozco su genialidad, pero me he aburrido un poco.