El espíritu irónico y transgresor de los hermanos Marx ha tenido su reflejo en multitud de secuencias inolvidables. Pocas tan intensas, sin embargo, como aquella que se produjo en su accidentada visita al Oeste, cuando fieles a la implacable lógica del absurdo, gritan: ¡Más madera! y desarman los vagones de un tren para que la locomotora siga en marcha y el viaje pueda continuar. Es un viaje sin fin.