La historia nos ha hecho por fin contemporáneos de todos los seres humanos, ha puesto nuestra realidad a gravitar en torno a las mismas angustias y las mismas esperanzas que el resto de la humanidad, pero tal vez cientos males de la cultura se advierten más nítidamente desde los nuevos centros de la esfera que desde la conformidad y el hastío de los viejos imperios opulentos, que se sirven del mundo pero se desentienden de su destino.