Pocos escritores han sabido observar mejor y conocer la naturaleza y la experiencia humanas que Antón Chéjov. El presente volumen, que incluye, entre otros, relatos tan conocidos e imborrables como «La señora del perrito», «El beso», «El profesor de lengua» o «Del amor», reúne una selección sumamente significativa y afinada de los cuentos de este maestro del género, en los que reconocemos rápidamente nuestras debilidades, nuestras reacciones, nuestras vacilaciones, los recónditos sentimientos, deseos y desilusiones que todos hemos podido experimentar o imaginar. Y es que leer a Chéjov es siempre como regresar a casa.
En éste libro encontraremos cuentos llenos de ironía y de humor negro, el cuento que me llamó la atención fue el del Monje negro, dónde se exalta la belleza de los paisajes, los colores y olores de las flores. En esta obra veremos a un hombre trastornado por sus propios demonios que finalmente enloquece llevándose a quien amó infinitamente y terminó odiando hasta la muerte... Se menciona que todas las personas perseguimos algo y al final solo quedamos rodeados de esa mera ilusión de alcanzarlo. Me quedó una sensación amarga y triste a la vez. 😓
Y ahora, cuando su cabeza empezaba a blanquear en canas, por primera vez en su vida se había enamorado realmente.
Maja se llenó los ojos ... de chispas. La figura que veía allí, pánfila y de rostro blanco, olía a su amo y su voz le resultaba familiar: era la de su amo, pero a Maja por momentos le torturaban las dudas, y le entraban ganas de escaparse de la torpe figura y ponerse a ladrar.
Kashtanka corría adelante y atrás sin encontrar a su amo. Y así oscureció. .. Caían unos enormes copos de esponjosa nieve que cubrían el suelo de las calles .., así se tornaba el aire y los objetos se mostraban más blancos cerrándole su campo visual...
Ella lo miraba con gran temor, un temor mezclado de amor y súplica; lo miraba con fijación, como si quisiese grabar sus rasgos con profundidad en la memoria.
Maja creyó en aquella alegría y notó de repente con todo su ser que aquellos millares de rostros ponían los ojos en ella. Levantó el hocico zorruno y aulló de alegría.
Mi querido abuelo Konstantín Markárich: Te escribo esta carta. Te deseo una Feliz Navidad y que Dios nuestro Señor te conceda todo lo mejor. Yo ya no tengo padre ni madre y solo me quedas tú.