Una novela sutil que aborda el duelo de una ruptura. Un libro sobre el tiempo que pasa y sobre el llano en el que habita un hombre que cultiva una huerta y mira y recuerda y escribe. «En la ciudad se pierde la noción de las horas del día, del paso del tiempo. En el campo es imposible», empieza diciendo el narrador de esta historia, que a continuación va desgranando su día a día en una casa con una huerta donde se ha aislado de todo y de todos, tratando, acaso, de huir de sí mismo. El tiempo ahí casi se palpa, avanza sin premuras y permite sentir los detalles más minúsculos: los insectos, los ruidos, una hoja que cae, el olor de la tierra húmeda...Esta historia empieza en enero, y se nos cuenta en capítulos que abarcan varios meses. El protagonista establece vínculos mínimos con personas del entorno rural en el que se ha autoexiliado, recuerda su infancia –aquel italiano veterano de alguna guerra que se ahorcó al confundir las luces del pueblo con fogonazos de cañones; aquellas historias que contaba la abuela, acaso reales, acaso sacadas de alguna película...–, evoca su llegada a la ciudad como estudiante, el interés por la estructura de las historias que contamos, el empeño en desentrañar el secreto de su funcionamiento; y evoca su relación con Ciro y su ruptura con él, que lo ha traído hasta ahí.Esta novela sutil, elusiva y bellísima aborda el duelo de una ruptura, la soledad que activa todos los sentidos, la sabiduría secreta de los versos iluminadores de algunos poetas, la necesidad de contarnos historias... Este es un libro sobre el tiempo que pasa y sobre el llano en el que habita un hombre que cultiva una huerta y mira y recuerda y escribe.
Una historia que comienza con el final de un amor, y la decisión de buscar un escape que ayude a pasar el tiempo y a olvidar. Será en el campo, y con una huerta que el autor recorrerá su pasado, el de sus ancestros y el ese amor por dejar atrás en un paisaje por momentos contenedor y casi siempre desolador. Falco, en primera persona tiene el poder de trasladar al lector a ese inhóspito pueblo recorriendo cada detalle de la naturaleza en su afán de volverse a encontrar consigo y curar las heridas del desamor. Sus padres, su abuelo, su abuela de 91 años y Ciro serán esos personajes entrañables que dejen huellas sobre lo que es.
Novela atrapante, aunque por momentos monótona y repetitiva, con poca acción. Destacables algunas reflexiones del protagonista sobre la vida, el amor y el paso del tiempo. Exceso de descripciones exhaustivas sobre el campo y la huerta tornan la novela pesada y aburrida. Buena pero no extraordinaria.
Pocos libros han llegado a mojarme, a abrasarme al sol de la siesta, a impregnar mi olfato de olor a lluvia, a viento, a noche de campo. El tiempo de la naturaleza marcándole el tiempo al duelo, a la pérdida. Los ciclos de la naturaleza en la llanura, como única medida del tiempo. “No se puede controlar una huerta y eso a veces me exaspera. La huerta no crece a mi deseo, sino de su propia potencia, la potencia de la semilla, y se da en medio de accidentes”. “Con la escritura pasa más o menos lo mismo...”, nos dice Federico Falco mientras en el acto mismo de describir, de observar, de adoptar el ritmo que la llanura le impone, escribe una obra de las más bellas que he leído. La historia de la llanura que en definitiva es la propia, la de Federico, la mía y espero que la de muchos más. Libro para atesorar.
Rápido de leer. Con estilo de diario, melancólico, reflejando el duelo de un desamor, cómo nos aislamos y buscamos un escape en un entorno fuera de nuestra zona de confort. Con citas interesantes y situaciones cotidianas
Bellísimo libro. Me conmovió mucho el paso del tiempo, ese replegarse hacia el interior de uno mismo en el medio del campo, volver a empezar después de perder lo más importante, hacer el duelo, tratar de entender la propia historia.
Yo ahora solo quiero mirar el horizonte, la llanura, fijar los ojos en la distancia, que me inunde el campo, que me llene de cielo, para no pensar, para que lo que sucede en mí deje de existir todo el tiempo.
La diferencia entre resignación y entrega. La diferencia entre aceptar y saber soltar. La diferencia entre ser silencioso y no tener nada para decir. La diferencia entre sabiduría y anestesia.
Yo ahora solo quiero mirar el horizonte, la llanura, fijar los ojos en la distancia, que me inunde el campo, que me llene el cielo, para no pensar, para que lo que sucede en mí deje de existir todo el tiempo. (Febrero)
Paciencia, paciencia. Ya pasará. Paciencia. Tatuármelo en el dorso de la mano para verlo siempre. (Marzo)