Grant Morrison cierra el segundo volumen de Los Invisibles, allanando el terreno para el desenlace de su obra más personal. Con Chris Weston e Ivan Reis al frente del apartado gráfico, el guionista escocés sigue reflexionando sobre nuestra percepción de la realidad y la compleja relación entre realidad y ficción.
La cosa se complica en todos los ámbitos. Especialmente en el guion. Tanto que, pese a que tiene escenas memorables, muchas veces es difícil entender los derroteros por dónde camina la trama, con cambios en los tiempos narrativos, personajes que están y luego no, suposiciones… Por suerte, el dibujo de Chris Weston e Ivan Reis es buenísimo. Creo que la ambición (y las psicotrópicas ideas) de Morrison a veces se va de madre. Quiere contar muchas cosas a la vez. Lo ves en los detalles de cada viñeta, tanto en los diálogos como en los movimientos, escenas, fondos y vestimentas de los personajes. Hay mucho mensaje subliminal que cuenta más de lo que se ve a primera vista. Pero, pese a que el cómic es una vía comunicativa poderosa y casi omnipotente, creo que a Morrison se le queda corta. O que al lector medio, como yo, le queda demasiado grande. Pese a todo, engancha, fluye y es interesante. Creo que no llego a captar ni a entender ni la mitad de la mitad de lo que quiere contar Morrison. Pero aún así, me flipa y me mola.