Prólogo de Pere Gimferrer. A mediados del siglo XIX, numerosos rusos, liberales y anarquistas, se exiliaron y se esparcieron por Europa en pequeños grupos, reuniéndose episódicamente para discutir sus teorías políticas y publicar clandestinas llamadas a la revolución que debía poner fin a la autocracia zarista. Artistas de la conspiración y de la intriga, vivieron intensamente sus dramáticas existencias, bajo la amenaza más o menos presente del servicio secreto ruso. Algunos, como Aleksandr Herzen, fueron hombres de elevada estatura intelectual que han sido posteriormente admitidos en el panteón marxista; otros, como Bakunin, fueron grandes agitadores, de incalculable valía en la primera etapa de la revolución, pero muy probables candidatos a una ejecución sumaria en la segunda. En la mayoría de ellos, el fervor revolucionario iba unido a un incorregible romanticismo: fueron, en primer lugar, soñadores y poetas, acólitos de Rousseau y de George Sand, hijos y víctimas de la Edad Romántica que nunca abandonaron. En este libro inhabitual -una acertada combinación de historia y anécdota- se desenmarañan algunas de las turbulentas historias de aquellos exiliados románticos.