LOS DIARIOS DE EMILIO RENZI

Apuntar después de la última línea, la fecha y la hora en las que se acaba la lectura de un libro, como acto de despedida, es ocasionalmente un rito que golpea mi ánimo con sentimientos encontrados: cierta tristeza porque se deja atrás una existencia alterna, que el autor construye palabra por palabra a través del relato, la trama, los personajes y sus acciones; algo de insatisfacción porque ese viaje ilusorio llega su fin y me devuelve a una realidad, de la que en vano trato de huir; cierto dolor cuando el libro, se cierra con la muerte de un amigo tan querido como Emilio Renzi (Ricardo Piglia), cuya vida pasó por mis ojos en tanto revisaba su autobiografía. Me hundí por completo en esos diarios: Leí y releí, buscando en cada entrada la razón que explique mi propósito de escribir; indagando en cada registro qué es la literatura; aprendiendo sobre la escritura y sus mecanismos de creación; sobre los cruces entre realidad y ficción; estudiando sus relaciones con la sociedad, la historia, el estado, la política, la economía, el psicoanálisis, el cine y los medios de entretenimiento de masas; descifrando los juegos que urde el escritor con el secreto, el misterio, el crimen y el complot; desmenuzando cada comentario, como el principiante que ha encontrado por fin a su maestro en el bello arte de narrar. Un día en la vida, el tomo tres de Los Diarios de Emilio Renzi, fue el tramo final de mi recorrido por los hechos de Ricardo Piglia, plasmados en el papel a su mejor estilo: dejando que otro sea el que cuente los años claves de su carrera literaria, como si fueran la vida de alguien más. Con esa autobiografía elíptica o desplazada, Piglia transgrede y fusiona las formas para hacer literatura: parte de un diario, de un registro personal y al mismo tiempo recurre al ensayo, a la crítica o, cuando lo prefiere, intercala relatos breves para contar sus experiencias cotidianas o sus convicciones estéticas y sus teorías literarias. Esos diarios fueron su justificación como escritor y su obra última, la más ambiciosa desde lo creativo y lo existencial, porque la muerte lo encontró trabajando todavía en ellos, prácticamente inmóvil a causa de la enfermedad, pero empeñado en pensar y narrar hasta el final, “el genio es la invalidez” fue lo último que escribió. Desde un punto de vista personal y aún literario, los diarios de Emilio Renzi, me justifican también en parte: el acto de leerlos me llevó a escribir estas notas.

Empecé hace poco y ya voy en el segundo volumen, un viaje genial a través de la literatura como forma de vida