Un barrio de clase acomodada se ve sacudido por un sanguinario asesino.
En plena época victoriana hay un estrangulador que mata mujeres en un barrio acomodado Aunque por un lado hay una investigación policial, la novela relata la diferencia de clases, la hipocresía de las clases altas, la diferencia en la educación entre hombres y mujeres, las falsas apariencias. Una novela que se lee en un rato y resulta entretenida
Esta es la 1a novela de la serie del inspector Pitt que he disfrutado gracias al #clubcallejondelmisterio organizado por @evitalecturitas La historia está ambientada en el Londres victoriano con una ambientación neblinosa. Conoceremos a la inteligente y perspicaz Charlotte que vive junto a su familia en una zona residencial acomodada en Cater Street. Se irán aconteciendo una serie de crímenes horrendos dirigidos a mujeres jóvenes que causarán pavor e incluso dentro de la propia familia comenzarán a dudar unos de otros. De ahí la entrada del inspector Pitt para intentar esclarecer los hechos e ir interrogando a los personajes con sus diálogos mordaces. Me ha encantado la pluma ágil sin demasiadas florituras de Perry al igual que el "cozy mistery" centrado en los enredos y salseíto de época. Al igual de cómo va creando ése retrato psicológico de los personajes y nos muestra el machismo imperante de la época. Otro punto a destacar es cómo retrata a la clase alta de Londres frente a la pobreza de los suburbios, al igual que sus costumbres y forma de vida con un romance muy sutil. En definitiva, aunque el final me pareciese abrupto y me hubiese gustado indagar más en busca de respuestas, es una historia de personajes con una buena estructura narrativa con ése halo de intriga de quién será el asesino de ésas chicas brutalmente estranguladas.
Siempre he dicho que no se puede saber qué maldades se ocultan tras el rostro cordial con que se presenta la mayoría de la gente. Algunos con aspecto de santos son verdaderos diablos.
Lo que más me asusta es llegar a conocer a alguien que despierte mis sospechas justificadamente... y que la otra persona intuya que lo sé y yo lo vea reflejado en su rostro... y no le quede más remedio que matarme para que no le delate, sin dejarme siquiera gritar socorro...
La ignorancia no lo justifica todo. A menudo no sabemos porque no queremos saber.