«Una novela sobre la muerte que defiende la alegría de vivir» En clase, Yamashita es el gordinflón, Kiyama es tan larguirucho que le llaman «espárrago» y Kawabe, el raro que cada vez que habla de su padre se inventa una profesión distinta. Los tres tienen doce años y una vida normal... hasta que la abuela de Yamashita muere. Entonces experimentan una súbita curiosidad por la muerte: ¿qué pasará después?, ¿qué expresión se le quedará a uno al morir?, ¿existirán los espíritus?En busca de respuestas, deciden espiar a un anciano que vive cerca del colegio porque han oído comentar a un adulto que morirá pronto. Sólo es cuestión de organizarse para no perderle de vista. Y de que él no se dé cuenta, claro.«Una elocuente novela de iniciación que primero conmueve y luego hiere». Publishers Weekly«Una historia poco convencional y en absoluto sentimentaloide acerca de la llegada a la madurez». Kirkus«Una novela sobre la muerte que defiende la alegría de vivir». School Library Journal
Un libro encantador. De verdad, se te va como agua en las manos, es rapidísimo de leer y muy entretenido. Creo que con esta lectura me puedo declarar fan de la literatura relatada por un personaje infantil, y más que nada porque se vuelve una montaña de recuerdos las que salen a la luz y te llaman a elogiar esa nobleza, inocencia y bondad que los niños tienen y que nunca deberíamos de perder o censurar. La historia hace muchísimas referencias a la muerte, en cómo esta duda nos cae por sorpresa cuando vemos al primer familiar partir y nuestra niñez no nos permite actuar con la misma “normalidad” que todo el mundo, pero también nos invita a hacernos más preguntas, que, sinceramente, pensé que solo yo me las hacía de pequeño. Tiene reflexiones muy lindas y un mensaje, aunque un poco rápido, es claro. Aún así, me quedo con la espina de querer más, siento que el final fue antes, mucho antes y que este tema tan frío interesante que es la muerte podía hacerme reflexionar aún muchísimo más con esta dinámica tan divertida, tierna y encantadora.