Federico García Lorca y Rafael Alberti no fueron enemigos. Nada más y nada menos. Creo que ésta es la conclusión que debe valorarse a la luz de los datos que hoy disponemos, gracias a las noticias biográficas, a los diferentes estudios realizados sobre los epistolarios de la generación del 27 y al cuidadoso libro de Hilario Jiménez; un libro necesario, clarificador, que ha reunido por primera vez la documentación pertinente, interpretando con admiración, pero con objetividad, las relaciones vitales y literarias de los dos poetas.