LO SAGRADO Y LO PROFANO

En este libro se da contestación a muchas cuestiones circunscritas a lo “religioso” o más bien al "Homus Religiosus" así como lo concibe el mismo autor, es decir, aquellos individuos integrados con la espiritualidad que subyace en el subconsciente, y en esto pone en relación directa los distintos mitos y rituales protagonizados en las diversas épocas y lugares, al hombre dentro de su universo simbólico, puesto que es a través de estas dos vertientes, de carácter netamente intuitivo, que el hombre logra expresar en el lenguaje universal de los símbolos el registro vivencial del subconsciente colectivo, el retorno al origen, la recreación del mundo según la emulación del demiurgo o principio universal. El libro recoge en torno a todo esto la bifurcación entre dos modos de ser en el mundo, es decir el modo de asumir el mundo según lo sagrado y lo profano. Cada capítulo comprende diversas concepciones inscritas en un antagonismo aparente, así nos habla de las divergencias y puntos de encuentros entre el Caos y el Cosmos en donde se concibe lo que el ha llamado “El espacio sagrado y la sacralización del mundo” (tal como se titula el primer capítulo) nos comenta sobre las hierofanías, las teofanías, las cosmogonías y la “re-petición” de todos estos elementos en todas las esferas universales, las cuales, sin embargo, parten de un “centro” o "Axis Mundi" que todas las civilizaciones humanas han reclamado para sí, pues, este “ombligo del mundo” se entiende como el origen de la creación y de los hombres, asimismo, se plantea como el eje o la columna vertebral que comunica con los tres mundos: Cielo, Tierra e Infierno. En el siguiente capítulo, Eliade entronca el espacio sagrado con el “Tiempo Sagrado” el cual se desarrolla casi de modo cuántico en los mitos y ritos de las sociedades primitivas que, no obstante, comprenden un enclave poli étnico y universal; los mitos son capaces, a través del rito, de devolvernos y emular el origen. El tiempo sagrado es por su propia naturaleza reversible, en el sentido de que es un tiempo mítico primordial he-cho presente. Toda fiesta religiosa, todo tiempo litúrgico, consiste en la reactualización de un acontecimiento sagrado que tuvo lugar en un pasado mítico, «al comienzo». Luego Eliade nos da a entender a lo largo del tercer capítulo del libro: «La sacralidad de la naturaleza y la religión cósmica» que el mundo en sí mismo es una entidad divina más allá de la divinidad de los dioses, de hecho, el asentamiento de los mismos en su faz o por sobre su atmósfera, e incluso, en el inframundo, da constancia de su sacralidad, esto puesto que el mundo, a su vez, se asienta en el Cosmos que todo “Homus-Religiosus” intuye como divino, no obstante, como una entidad orgánica real, viva y sagrada, es por esto que las sociedades tribales asumían a la Naturaleza como una diosa “parida” de un organismo en constante movimiento el “Caos” y que una vez surgido el mundo de él, se convierte en un “Cosmos” -recuérdese que la etimología de la palabra cosmos entraña el orden- y se hallan pletóricas de referencias a la perennidad de la bóveda celeste, al simbolismo acuático, a los ritos de fecundidad agraria y otras variedades hierofanías cósmicas. Asimismo, el hombre dentro de este entorno de sacralidad, no queda exento de la misma, por ello, visto como un microcosmos, también puede ser susceptible a aspirar una deificación, ya sea por medio del ritual (el cual siempre implicará una iniciación y un sacrificio) o a través de un “toque divino” o “un golpe de gracia” en el que se manifiesta entonces la revelación dentro del mundo subconsciente; pero, ya sea de un modo u otro, el fin último siempre será el mismo: la bifurcación del Ser dentro de los aspectos cosmogónicos y telúricos, es decir, la vida se vive en un doble plano; se desarrolla en cuanto existencia humana y, al mismo tiempo, participa de una vida trans-humana, la del Cosmos o la de los dioses. El hombre de este modo “se casa” con lo espiritual en una hierogamia que le compete muy íntimamente y de la que no puede desprenderse (quizás olvidarla o no afrontarla) ya que en él se haya encriptado, como si de un código genético se tratara, todo un quid de información ancestral, fragmentos de historicidad compartida con sus congéneres: la humanidad toda. Este y todos los libros de Mircea Eliade, que apuntan hacia la fenomenología religiosa, intentan desembrollar la madeja del tiempo trans-histórico para así leer e interpretar los respectivos mensajes que los mitos nos comunican, los cuales, son realmente el más precioso de los legados de la humanidad.