La novela del Vaticano, que anticipó en más de una década la asunción de un papa eslavo. El Papa ha muerto. El mundo vive una época turbulenta: la amenazada de una guerra total se cierne sobre la humanidad. Para sorpresa de todos -cincuenta años atrás no se concebía que un pontífice no fuera italiano- un cardenal de origen eslavo es elegido para sucederle, un hombre que ha sufrido en su propia piel la crueldad del régimen que gobierna su país. El nuevo Papa es un hombre enérgico, cálido y cercano y anhela renovar la Iglesia. Mientras tanto, al convulso clima político se le añade la posibilidad de una hambruna mundial. El Papa tendría un papel crucial a la hora de evitar un enfrentamiento armado de consecuencias imprevisibles.
“Las sandalias del pescador” es un libro de 1963, escrito bajo el gran acontecimiento que fue el Concilio Vaticano II. Básicamente trata la historia de la elección de un Papa venido del este, de la “cortina de hierro” en plena Guerra Fría, luego hay algunas cuestiones pastorales como la fe y la opción por los pobres, es un libro interesante, mas allá del tiempo transcurrido. En 1968 se hizo la película del mismo nombre con Anthony Quinn y Laurence Olivier, en los roles protagonistas, es un film correcto. Cuando fue la elección de Juan Pablo II en 1978, muchos se acordaron del libro y lo vieron como premonitorio. Especialmente la parte de su elección: “Hermanos míos, me alzo para hacer uso de un derecho acordado por la Constitución Apostólica. Proclamo ante ustedes mi convicción de que hay entre nosotros un hombre elegido ya por Dios para sentarse en la Silla de Pedro. Como el primero de los Apóstoles, ha sufrido prisión y torturas por la Fe, y la mano de Dios lo ha liberado de su cautiverio para que se nos uniese en este Conclave. Lo proclamo como mi candidato, y a él ofrezco mi voto y obediencia: Cirilo, cardenal Lakota. Hubo un instante de silencio absoluto, interrumpido por el jadear ahogado de Lakota. Entonces Rahamani el sirio se levantó de su trono y dijo con firmeza: —Yo también lo proclamo. —También yo —dijo Carlin el americano. —Y yo —dijo Valerio Rinaldi. Y luego, de dos en dos, de tres en tres, los ancianos se incorporaron repitiendo esta proclamación, hasta que todos, excepto nueve, se hallaron de pie bajo los doseles, mientras Cirilo, cardenal Lakota, permanecía en su trono con el rostro tenso e inexpresivo. Luego Rinaldi se adelantó e impetró a los electores: —¿Hay aquí alguien que niegue la validez de esta elección, y que una mayoría superior a los dos tercios ha elegido a nuestro hermano Cirilo? Nadie respondió. —Sentaos, por favor —dijo Valerio Rinaldi. A l sentarse, cada cardenal tiró de la cuerda que sujetaba su dosel, de modo que éste cayese y los cubriera. El único dosel que permaneció levantado fue el del trono de Cirilo, cardenal Lakota. El camarlengo hizo sonar una campanilla de mano y avanzó para abrir la puerta. Inmediatamente entraron el secretario del Conclave, el maestro de Ceremonias y el sacristán del Vaticano. Estos tres prelados, con Leone y Rinaldi, caminaron ceremoniosamente hasta el trono del ucraniano. Con voz firme, Leone le preguntó: —Acceptasne electionem? (¿Aceptas la elección?). Todos los ojos se volvieron hacia el forastero alto y enjuto, hacia su rostro marcado y su barba oscura y sus ojos remotos y perseguidos por mil imágenes, Los segundos transcurrieron lentamente, y luego los cardenales le escucharon responder con voz opaca y muerta: —Acepto… Miserere mei Deus… Acepto… ¡Que Dios se apiade de mí!
Narra sobre la Iglesia que no conocemos, la humana, la que tiene burocracia, dudas y mucha política. No es demasiado entretenido, es más un libro para tratar de conocer lo que realmente no se ve del Vaticano.
Me encantó. La descripción de la vida del ficticios para Cirilo -poco en común con la adaptación cinematográfica- y de la vida y ceremonias vaticanas son muy interesantes.