En Salamanca se han dicho todas las palabras. Contra lo que creía Unamuno -otra palabra del vocabulario salmantino-, no es la secularidad de las piedras lo que la caracteriza, sino la efímera eternidad de las palabras, por lo que la recordamos. La ciudad está cubierta de un benigno - maligno - manto de palabras, que la definen y la ocultan. Entrar en su realidad es descubrir el mayor número de palabras posibles, que nos acerquen a lo que es, a su esencia, porque su existencia - ya la hemos dicho - son las palabras. Menos la palabra "adiós", que no existe en su diccionario.