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Sinopsis de LAS PALABRAS DE LA NOCHE

La escritora italiana, recientemente fallecida, comenzó a publicar en 1942. Algunos críticos consideran que ninguna escritora ha poseído, como ella, una mirada tan sutil y precisa. Y su inocencia, una gracia tan fina así como deliciosamente incorpórea. Las palabras de la noche, llevada al cine por Salvador García Ruíz (Mensaka), es un ejemplo emblemático de esa manera tan delicada de narrar que posee esta singular autora, por lo demás poco traducida a nuestra lengua. La traducción ha estado al cuidado del escritor y ensayista Andrés Trapiello. Entre su extensa obra literaria cabe destacar, además de esta pequeña joya que es Las palabras de la noche, libros como La Strada che va in città, È stato cosí, Tutti i nostri ieri, Valentino, Le piccole virtú, Lessico famigliare (traducido al castellano en editorial Trieste), Ti ho sposato per allegria e altre comedie o La famiglia Manzoni.

2 reseñas sobre el libro LAS PALABRAS DE LA NOCHE

Dice Andrés Trapiello que ha respetado la literalidad de la autora en la traducción esta novela, y aferrándome a ello, solo puedo decir que Natalia Ginzburg escribe con los pies. Hay unos mínimos de arquitectura en la construcción de todo texto para poder etiquetar a alguien de buen escritor. Después te gustará más el mensaje, la profundidad o el enfoque de lo narrado, y que sin duda, son vitales para el conjunto final de tu experiencia como lector. Como arquitecta de la palabra sobre el papel la italiana deja mucho que desear. Un ejemplo más claro: uno puede pintar un paisaje y por mucha profundidad que quiera darle, por más matices que desee añadirle, si pinta como el culo, quedará un lienzo muy espiritual que hacer sangrar al mirarlo. Mientras cicatrizan mis arañazos y con el cuerpo lleno de tiritas, admito que algunas de las capas de la nouvelle son reconocibles en tamaño párvulo borrón. En el horizonte y justo al comienzo se dibuja la silueta de un pequeño pueblo italiano en época del fascismo. La guerra y sus consecuencias parecen mirar desde fuera al texto, no participa y sin embargo ahí está. La única pincelada que me ha gustado y no deja de ser una sombra de la trama. No tengo remedio. Ginzburg nos da 3/4 partes de cotilleos aparentemente inconexos para llegar al meollo de la cuestión. El matrimonio y la sensación de que se pasa el arroz, si no encontramos con quien a cierta edad. La novela resurge de lo espartano con la historia de Elsa y Tommasino despertando cierto interés en mi aburrido estado de consciencia. Y lo hace por la sinceridad con la que ambos afrontan sus sentimientos, desde una aparente frialdad que en ningún caso es a partes iguales. El problema es que el camino elegido por la autora para llegar a este punto, que tampoco es que haga que me crezca el pelo, despierta el mismo interés a mis neuronas que una maratón de caracoles. Y cuando uno vuelve de una aventura literaria con las alforjas más vacías que cuando partió, sabe que ese viaje no fue para el. Afortunadamente la memoria en su misericordia, olvida lo intrascendente.


Es la segunda vez que la leo y me doy cuenta de que nunca seré objetiva con esta mujer. No puedo reclamarle lo que he exigido y criticado en otros escritores. La hallo imperfecta y aún así la veo hermosa en toda su imperfección❤. Por qué? Pues porque siento que leo a una persona que escribe para aferrarse, para no morirse, para no apagarse. Y que conste en acta que en el otro libro que leí de ella, Natalia dice que sabe que escribir para ser feliz es un error...pero creo que no puede evitarlo. Siento que ha sufrido mucho y que escribir es lo único que la mantuvo a flote. Y sí, es exactamente eso: la siento. Mucho. Mas que a otros. Y la siento cálida y cercana. En este libro, la protagonista es una mujer que vive en un pequeño pueblo italiano y que al llegar a los 30 sin haberse casado, empieza a sentir la presión y la urgencia aplastándola poco a poco. ✋ tengo que decir que si bien leer a Natalia es una experiencia sumamente agradable y amable para el lector, este relato no es precisamente un canto a la vida, sobre todo para los que llevamos varios años casados. En resumidas cuentas, dice que el matrimonio le quita la magia a todo 😶. Y...pues... no se si tanto, pero a veces quisiera estar de novia y no con ese anillo pesando plomo en el dedo😶. En fin... para mí la vida está toda al revés. Uno debería casarse de viejo, cuando se es más sabio y sobre todo cuando ya tenemos el caballo cansado y el nivel de exigencia más moderado ( basicamente cuando cualquier viejito chungo me parezca agradable solo por escucharme...y no contestarme mucho) 🤔🤔🤔 (me parece que me será mas conveniente un gato🤔). No será romántico pero "para toda la vida", es más práctico a los 70 que a los 30. Lo sé. Los detractores de la sagrada institución del matrimonio van a perseguirme con picos y antorchas. Pues aquí los espero, mientras le zurzo los calzoncillos al hobbit (mi marido).


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