Muchos relatos sobre la discriminación salarial por razones de sexo, sobre la pobreza, el desempleo, las ganancias del comercio para los diferentes países o los juicios sobre las políticas públicas, como la austeridad o la externalización de actividades, suelen estar cargados de apriorismos. Y lo mismo puede aplicarse a juicios sobre el capitalismo o la globalización. El discurso económico, en muchos ámbitos, ha sido suplantado por la repetición de opiniones, en forma de eslogan que, si no son falaces, cuanto menos son susceptibles de puntos de vista complementarios o diferentes.