Arquitectura colonial. Acepto entusiasmado los fortines, pero acepto sus ruinas igualmente. Quienes así dejaron nuestra huella no contemplaron brazos incontables, la estría roja de las negras espaldas, los quejidos. Trapiches y encomiendas son hoy huecos de caries en dentaduras descompuestas. Una selva de hiedra toma las ciudadelas y ahoga las vacías bocas de los cañones.