«Me gusta contar historias de personas comunes y corrientes. Personas como yo mismo. Personas como las que han poblado siempre mi vida. Ni siquiera sé por qué son esas las historias que me nace contar. Tal vez, porque me seduce y me emociona lo que hay de excepcional y de sublime en nuestras existencias ordinarias y anónimas. En esas vidas habita con frecuencia el fútbol. Porque lo jugamos desde chicos. Porque amamos a un club y a su camiseta. Porque es una de esas experiencias básicas en las que se funda nuestra niñez y, por lo tanto, lo que somos y seremos. El fútbol, como parte de esa vida que tenemos, es una puerta de entrada a esos mundos íntimos en los que se juegan asuntos mucho más definitivos.» Eduardo Sacheri
Eduardo Sacheri (Castelar, Buenos Aires, 13 de diciembre de 1967) es un escritor esencialmente de cuentos, con la temática futbolera de fondo y la amistad como valor supremo. Tiene una prosa ágil y entretenida, muchas de sus historias están muy bien resueltas, este libro contiene muchas de esas historias, es un buen libro para tener una visión general de su trabajo.
Para los que amamos el futbol, es una delicia este libro. Describe el espiritu amateur de aquellos que practican el fútbol desde chicos y la pasión del hincha Argentino. Me remitió a momentos de mi infancia. Lo recomiendo.
Sacheri sabe muy bien respecto a las emociones y sentimientos. Esta colección de cuentos, contienen historias de amor, traiciones, rivalidades, amistad, solidaridad, lealtad en algún barrio, o en la cancha, en un pueblo, o en alguna ciudad, en las calles o ... en nuestra vida misma. “Independiente, mi viejo y yo” cada vez que lo leo logra humedecer mis ojos, ... “El cuadro de Raulito”, “La promesa” y “Una sonrisa exactamente así” me hacen abrir el libro otra vez.
Los demás lo habremos imitado, obedeciendo a ese reflejo solidario que en la niñez funciona a la perfección y que con los años se ve, tristemente, anquilosado.
Porque al asombro no le quedan bien las palabras. Casi me atrevería a decir que es al contrario. El asombro aparece cuando se retiran las palabras. Como el reflujo de una ola que se retira y deja la arena lisa sin otra cosa que ella misma, sin nada más que arena lisa.
En la cabina de control de cámaras, un guardia frunce el entrecejo. Teme que su compañero piense que está loco si le dice que creyó ver a la altura de la góndola de fideos pasar corriendo a unos tipos vestidos con la camiseta de San Lorenzo.