Una escritora se dirige a ofrecer una charla literaria en un pueblo del Pirineo catalán, y en la carretera, en plena tormenta, se encuentra con una ambulancia que transporta a un joven que ha sufrido un accidente mortal en el bosque. Los únicos indicios para averiguar su identidad son un teléfono móvil y el último mensaje que dejó alguien que le esperaba en casa. La escritora descubre gracias al mensaje que el joven asistirá probablemente a la conferencia, sin saber que la tragedia se cierne sobre su futuro. El conocimiento del destino ajeno y la ignorancia sobre la identidad precisa del joven originarán en ella un complejo y angustiante embrollo en el que se entremezclan la responsabilidad, el respeto y la necesidad de saber. El tema principal de la conferencia, el miedo, propicia un acercamiento a la verdad oculta. Y a medida que los miembros del público intervienen y dejan entrever su personalidad, la escritora va desvelando quién es la persona cuya terrible suerte conoce. En el curso de la charla tomará una decisión al respecto…
Esto no es una novela. Tiene un principio, sí, pero, luego, los personajes, casi anónimos, van desgranando sus sensaciones, sus sentimientos, sus miedos y sus intenciones avisas y, de repente, inesperadamente, el fin. No el final de la acción, el fin del relato. Así, sin más. Un final sin final. Patidifuso quedeme; lo prometo. Me atrevo con este retazo: " Muchos continúan sentados en la silla, como si se resistieran a abandonar esta especie de cueva donde han revelado pedazos de alma y, amparados por la penumbra, se han sentido a cubierto de la realidad y el tiempo ". Leedores/as, leedores otro cosa, en serio.