En un día lluvioso, el joven Norman Huntley organista de iglesia e hijo del librero de la imaginaria ciudad catedralicia de Cornford y su amigo Henry Beddow mecánico de coches tienen la ocurrencia, de puro aburrimiento, de inventarse un personaje: una tal señorita Hargreaves, octogenaria, sobrina del duque de Grosvenor, intérprete de arpa, poeta, dueña de una perra y una cacatúa, e intrépida viajera que siempre va acompañada con su propia bañera. Cuál no será su sorpresa cuando, días después de tal invento, la señorita Hargreaves «en persona» se presenta, con todos sus bártulos, en la estación de Cornford.
En cuanto leí la sinopsis me atrapó, pero durante la lectura ha habido de todo. La historia es muy interesante. ¿Pueden convertirse nuestras pequeñas e inocentes mentiras en realidad?. Eso es lo que le ocurre al protagonista cuando inocentemente para salir de un apuro se inventa a una excéntrica señora inglesa octogenaria. A partir de ahí su vida se complica y mucho. El libro es entretenido y con escenas muy buenas, divertidas y rocambolescas pero le sobran muchas páginas de relleno. Tranquilamente te puedes saltar cuarenta páginas sin perder un ápice de la historia. Le doy tres de cinco estrellas por lo original de la historia pero nada más.
El pensamiento no puede ser nunca nuevo, Norman, lo que importa es la expresión
Somos el aliento que respira Dios - afirmó- Permanecemos anclados durante un tiempo en el puerto de este pequeño planeta, pero en algún lugar más allá de los mares estrellados está nuestro verdadero hogar