La tercera entrega de las «Crónicas Vampíricas» nos aproxima de nuevo al abismal mundo de Lestat, esta vez con su amante: la Reina de los Condenados. Lestat, convertido en una famosa estrella del rock, despierta con su música a Akasha, la Reina de los Condenados. La que una vez fuera la reina del Nilo, toma a Lestat como amante y mano derecha, y vuelca todas sus fuerzas en la destrucción de vampiros y varones con el fn de que las hembras creen un nuevo orden. Pese a las súplicas de Lestat, los deseos de la Reina son irrefrenables, y será necesario un sacrifcio para acabar con sus ansias de destrucción.
No fue realmente lo que esperaba, que lástima que no me ha gustado a diferencia de las dos primeras partes.
Tercera parte de las crónicas vampíricas. Continua en cierta forma con lo que se planteó en el anterior, nuevamente ofreciéndonos una visión diferente de la mente de nuestro querido (¿mencione que de pronto…odiado, Lestat de Lioncourt?). Lestat, sumergido en la modernidad pero a la vez añorando el pasado y permanentemente con un descrédito por el futuro, se vuelve un famoso rockero y con su música despierta a la eterna reina de los condenados: Akasha. La sempiterna reina quien una vez fuera poderosa en el Nilo, toma a Lestat como amante y empieza a urdir planes para que la balanza de poder cambie en el mundo vampírico, con obvias repercusiones para los humanos. Lo interesante, es la inclusión de personajes que en sucesivos tomos van a complementar el universo vampírico para bien…o para mal. Lectura recomendada, ilustrativa y si se van a sumergir en ella, nuevamente armaos de paciencia, la autora es muy descriptiva y se toma su tiempo para pasar a la acción, pero es gratificante cuando lo hace.
Tercera entrega de la serie "Crónicas Vampíricas". Buena novela, buena trama y buen final. Vampiros, muerte, destrucción, amor, suspenso, redención; mezclados en el crisol de Anne Rice... ¿Aun no adivinas el resultado?
"Dicen que ninguno de nosotros cambia realmente con el paso del tiempo, que sólo nos volvemos más como somos".
El amor a la soledad está destinado a producir una grandiosa acumulación en el conocimiento común, un nuevo nivel en la conciencia humana, un curioso escepticismo.
Definitivamente, vivimos en un mundo de accidentes, en el cual solamente los principios estéticos tienen una coherencia que da seguridad.
"Dicen que ninguno de nosotros cambia realmente con el paso del tiempo, que solo nos volvemos más como somos." (Lestat)