Érase una vez una princesa insuperablemente bella e inteligente que vivía rodeada de sus libros en la torre de marfil. Todos en Aurum la amaban y su sensibilidad era tan profunda que tenía efectos mágicos. Cuando estaba muy triste, sus lágrimas provocaban inundaciones y el frío congelaba a los habitantes. En cambio, cuando estaba alegre, las rosas florecían, las mariposas volaban y el sol brillaba. Una noche de tormenta, el mago sombrío, habitante del reino de Umbra, decide raptarla para que ella le enseñe el secreto de su magia, pues él desea que la lluvia siempre caiga sobre su fortaleza de ónice, que la música de los truenos no cese y que los pozos se llenen hasta rebosarse. Mucho tiempo pasa y el mago nunca obtiene una respuesta. La princesa termina acostumbrándose al reino de las sombras e inclusive se apiada de la soledad del mago, cuyo rostro nunca puede ver. Poco a poco, la alegría se cuela en el reino de Umbra, y el mago asustado ante la posibilidad de ser feliz, libera a la joven. Ella no vuelve a ser la misma; nunca sonríe y Aurum se vuelve gélido y melancólico. La sabia del desierto azul anuncia que el corazón de la princesa está congelado y que solo el amor verdadero podrá romper el hechizo. ¿Qué hará el rey para salvar a su hija? ¿Cómo se romperá el hechizo? ¿Podrá Aurum volver a ser un reino próspero, cálido y feliz?
Una historia corta de amor y fantasía que la autora viste con un hermoso manto de oscuridad, llevándola así a ese terreno gótico en el cual se maneja de manera tan delicada e impactante. La simpleza de la historia en sus pasos hacia la consecución de su final puede distraer al lector si esté no presto atención cuidadosa a la nota de la autora, con la que enmarca esta ágil historia en el autodescubrimiento, la aceptación, el gozo y la magia que se obtiene al descubrir y enfrentar nuestra propia oscuridad, la cual nos permite apreciar nuevos matices, que no luchan por robar espacio a la luz, si no que por el contrario la complementan.