John Keats, que había nacido en Londres en 1795, murió en Roma sin haber cumplido los veintiséis años. Para cualquier lector desprejuiciado del género, a diferencia de otros escritores tanto o más meteóricos que él, dejó sentado que la ambición del arte puede ser un bien social, un acuerdo que eleva y es feliz para todos. Su "dicha para siempre" es la del oven eterno entregado a la palabra, refundador perpetuo del gesto de escribir poesía tan humana que habla sin cesar de la belleza y su verdad posible, esa fe que no se le rehúsa a nadie y nunca habrá de morir.