La pantalla global, que contextualiza alrededor de cuatrocientas películas y no desaprovecha los guiños cinéfilos ni los codazos anticinéfilos, está hábilmente organizado para que se pueda leer como una historia compacta de las metamorfosis técnicas del cine, tal como lo inventaron los hermanos Lumière y Georges Méliès, y al mismo tiempo como un ensayo de estética que sostiene que el cine, a diferencia de las artes de la época vanguardista, no entró en conflicto con la sociedad de consumo, sino que se adaptó a ella, influyó en ella, formateó su conducta diaria, sus fantasías y su concepción del mundo.