Relatos que dan voz a aquellos personajes que en la vida cotidiana están privados de ella: los marginados, los olvidados, los condenados a una existencia soterrada. La producción cuentística de Ribeyro transmite los anhelos, arrebatos y angustias de sus personajes a través de una prosa limpia y un estilo alejado de artificios, ofreciendo uno de los más grandes ejemplos de la narrativa breve en el mundo occidental.
Varios cuentos redondos, casi perfectos: Silvio en el rosedal, Los gallinazos sin plumas, El próximo mes me nivelo, entre otros. Para cualquier aspirante a narrador la lectura es obligatoria.
Hace un par de meses terminé de leer esta obra de Ribeyro. Sencillamente, cada cuento, cada historia diferente me cautivó; haciendo que vea el mundo de otra manera. Hay que enfatizar que esta colección de cuentos hace mención en cada oración al mudo (como su título mismo menciona), a ese que está allí, en algún lugar del mundo atravesando diversas peripecias. Sabemos que en algún momento de la vida lo hemos sido.
Estas historias acerca de personas marginadas te permiten experimentar la empatía y solidaridad con otros que la pasan peor que uno, pero más que nada, te reconecta con momentos pasados de tu vida con los que encuentras ciertas similitudes en distintas situaciones. Ribeyro, mi cuentista peruano favorito, un gran representante de nuestra literatura.
Me veo en Ostente, fuera de estación, recorriendo los malecones y ventosos, a la sombra de los grandes hoteles abandonados, buscando en vano sobre el mar opaco, aplomado, el vuelo de los feos patillos de mi tierra.
Me veo en Cartagena de las Indias, cerca de las antiguas murallas que limitan con el mar, en una noche calurosa, mientras los estudiantes, tirados en las plazas, bajo los pórticos, con termos de café, preparan algún examen inminente.
Me veo en una pensión londinense, cerca del Hyde Park, discutiendo con la patrona coja acerca de la pobreza del desayuno que me han servido. Exijo huevos con jamón.
Me veo en Florencia, atravesando el Ponte Vecchio, tratando de recordar un soneto de Petrarca. Mientras una jauría de italianos hambrientos de mujer siguen a dos bellísimas suecas.