Como cualquier historiador, Ernaux se topa con la opacidad de lo que ya no es, con la fragilidad de la memoria. Tiene que ir apartando velos que se multiplican sin cesar en un corredor sin fin para llegar a revivir el recuerdo. Yvetot, un domingo de verano de 1950. En una calleja, una conversación entre dos mujeres, la madre de la escritora y una clienta. Cerca de ellas, revoloteando, una niña de diez años presta oído disimuladamente. Es Annie Ernaux. Memorialista de su propia infancia, Ernaux recrea en La otra hija unos hechos que introdujeron por azar en su vida un misterio perpetuo, persistente hasta el punto de llevarla a visitar en 2009 la casa donde nació (la primera vez desde 1945) incluso antes de emprender la redacción del libro, y a especular sesenta años después sobre el sentido de aquella revelación. Pero ¿quién es la otra hija? ¿Es la hermana que no conoció y que murió trágicamente de difteria a la edad de seis años o es ella misma, una niña poco amable según su madre?
En esta ocasión, Ernaux construye un relato autobiográfica en forma de carta a la hermana que no llegó a conocer, ya que murió dos años antes de que ella naciera. Aparecen los silencios familiares sobre el suceso y de qué manera afectaron a la niña, a la adolescente y a la ya adulta escitora. Ernaux vuelve a convertir un suceso personal en un relato universal. ¡Disfruten de la lectura!
📚 En otro de sus relatos biográficos, Ernaux, expone las dos dimensiones de un hecho que impacta en su vida: la existencia de una hermana mayor muerta dos años antes de que ella naciera y el descubrimiento de esa existencia. Una carta para aquella que, aunque ausente y desconocida, es la mejor, la primera y la convierte en "la otra hija". 📖 La idealización, la comparación, el contraste. El ser a partir de la ausencia. La necesidad de cerrar el círculo de conocimiento. Cuánta influencia en la propia vida tuvo esa muerte, cuánto se le debe, cómo la afectó y/o afecta. 📖 Y Annie lo hizo de nuevo. Desde su reflexión personal se disparan analogías que, inevitablemente, nos (me) "tocan". Como hija, hermana, mujer, sus vivencias no me son ajenas. Siempre me hacen pensar, siempre me llegan, siempre me conmueven. Reflexiva, honesta, profunda, descarnada, real... ¡Excelente!
La realidad es un asunto de palabras, un sistema de exclusiones. Más/Menos. O/Y. Antes/Después. Ser o no ser. Vida o muerte.
[Aquí me parece que las palabras desgarran una zona crepuscular, me atrapan y se acaban].
Tengo la sensación de no tener una lengua para tí, para hablarte, de no saber hablar de tí más que en el modo de la negación, del no-ser continuo. Estás fuera del lenguaje de los sentimientois y las emociones. Tú eres el anti-lenguaje.