Cualquier adolescente (por lo menos de mi época) se apasionaría con un cómic que empieza en un Instituto Etnográfico, con el robo de un fetiche de la tribu arumbaya de la República de San Teodoro de América del sur. Por lo menos, a mí sí me pasaba... y me sigue apasionando leer estas aventuras. Si mezclamos esto con un loro descarado, un lanzador de cuchillos, un diamante de gran valor, venta de armas a repúblicas bananeras en guerra y un explorador similar al Dr. Livingstone (supongo) tenemos el cóctel perfecto para una historia fantástica. Sigo disfrutando con los "tintines" aunque los relea una y otra vez. Gracias, Hergé.