Longás pertenece al restringido puñado de poetas aragoneses cuya mayor fuente de inspiración es la materia-lenguaje, la observación de su naturaleza, posibilidades y ramificaciones. Su dominio inigualado de la métrica clásica y de las formas estróficas canónicas sólo son comparables, en explosivo contraste, a la impetuosa modernidad de sus figuraciones y a su capacidad infinita como creador de unas imágenes tan sólidas como fluctuantes. En la poesía de Miguel Ángel el idioma está sometido a su máxima presión, allí donde cristalizan las vegetaciones de mundos extraños. Adentrarse en sus libros es emprender una odisea alucinante donde las palabras, cargadas con todo su potencial morfogenético, entran en conflictos insospechados configurando discursos de ardua belleza.