Los cristales, en su crecimiento, se asemejan a los seres biológicos más elementales, como si tendieran un puente entre el mundo mineral y la materia viviente. El resplandor de la belleza que destila su cristalización es el germen de una idea estética transfigurada en metáfora artística que, desde el romanticismo hasta nuestros días, ha fascinado a escritores, filósofos, artistas y arquitectos.