La guardia jurado de una exposición dedicada a los sacrificios humanos de los aztecas es atrozmente asesinada con uno de los cuchillos de obsidiana que se exhiben. La policía atribuye el asesinato a un criminal perseguido por la comisión de otros homicidios recientes, en algunos casos llevados a cabo imitando los ritos aztecas. Pero la subinspectora Martina de Santo discrepa de esta versión de los hechos.
Parece que se haya escrito con desgana y hasta asumiendo que no hace falta quemarse mucho las neuronas para que te publiquen. Para empezar no puedo comprender la necesidad de llenar el libro entero de escenas y descripciones sexuales absolutamente morbosas, obscenas, repugnantemente gráficas y hasta machistas que no aportan nada a la trama. Basta con leer el primer capítulo para que se te salten los colores. No hay ni un solo personaje con el que puedas identificarte o tomarle cariño. Todos son un estereotipo andante o una copia barata de las series americanas de CSI sin ninguna evolución. Y finalmente, toda la trama se desenmascara en las últimas 20 o 15 páginas, sin darte ni una sola pista ni explicarte porqué de repente saben quien a cometido el crimen. Simplemente sucede por arte de magia. Es de los peores libros que he leído jamás.